A PUERTO MONTT
En el bus a las nueve, a Puerto Montt en un viaje
que no es alegre. Mis últimos recursos para olvidar aunque no se pueda, aunque
allá afuera los recuerdos acechan los vitrales de ese bus que nos lleva a
Puerto Montt. Las rodillas casi apegadas al pecho en un asiento que quema y que
no deja dormir. Un niño llora, es de noche febrero del 2011, me contamina la
tristeza y el desacierto que dejó el destino furioso contra mí. Pienso. El niño
en uno de los asientos llora… Pienso. A veces la vida es tan maravillosa, a
veces desconcierta. El calor inunda los pasillos de ese bus que nos lleva a Puerto
Montt, las casualidades y las malas intenciones, el amor que se fue y las
sorpresas tal vez vengan en un momento inoportuno. Mi poca fe se va por los
vitrales de ese bus que nos muestra los parajes del sur. El niño ya no llora y yo
me enjugo las lágrimas en un apuro, porque ya llegamos a Puerto Montt.