miércoles, 17 de octubre de 2018




REFLEXIÓN DE LA TARDE I

En la estación de las ocho alguien dijo que no se molestara en creerlo ... estuve un tanto ocupada en resolver si era cierto o no tal como aquella vez cuando las garzas asustadizas huyeron con el sol y nunca supe dónde. Cuando el cursor del tiempo indica la hora del té es abrumador lo que recoge mi cabeza del día; pedazos de organismos van y vienen desafiando el aire. Me temo es una canción estúpida de la que hacen farándula en la tele. Así como cuando descompongo mi mochila con tantos libros y los cargo a la espalda. Me temo, viene a ser costumbre ... 
Cierto, alguien es hoja o árbol ... Oiga ud ¿es hoja o árbol? pero nadie sabe eso hasta que muere y nadie sabe si la muerte se lleva el peso de los recuerdos o los vuelve hojas o los vuelve árbol.


REFLEXIÓN DE LA TARDE II 

Aun así las flores de terciopelo vuelven a ser diosas en la pluma de unos pocos y de unos otros las volteretas de la historia consumista enjambre de ostentosos. 
En la ruta, sombras de peregrinos sabotean flores de terciopelo, aun así, ellas vuelven a ser diosas. 

Todo es posible es el universo desigual; mujeres van por la cruzada pintando en sus cabellos el destino, cuando mueren bajo los pies tantos pétalos y la música es un pentagrama gigantesco marcado por los compases del pianista ... ya no tengo calma, ni sé identificar la luz en ese acto inconsciente de la niña que se baña en el espejo

REFLEXIÓN DE LA TARDE III

La tarde exprime sus últimos soles, caen lentamente a la ciudad. La ciudad encogida y fría los recibe. Una vez más vuelves a tocarme con tu mano invisible. En ocasiones un juicio soberbio y febril despojaba mi calma. Ya no. Soy pequeña en el universo, me digo. Y tambaleo porque mi barcaza es de musgo que teme a las palabras. Te amo, aunque mi alma se desvanece a través de la tinta de mi lápiz, como la magnolia sumergida en el océano, fatalidad irreversible del destino.
En la expectación de los nuevos años y la diversidad que nos entrega la vida, marcho hacia donde el sol me lleve. Aunque las hojas caigan de sus ramas sé que no destruyen nada pues vuelven a vivir en los próximos meses. Mientras, mi música favorita arranca desde los parlantes de estos fonos del silencio al cosmos. Es inigualable

DÉBIL ...

En la armonía de la vida una palabra vence en los labios el beso ... los atardeceres en la ciudad siempre son melancólicos el invierno hace lo que quiere en las cúpulas de las torres. Hace tiempo un poeta ya lo dijo para entonces todos nos quedamos pegados en nuestros propios versos de mala manera escritos en esa soberbia impaciente del que cree es un buen escritor.
Para entonces yo bordaba camelias en un pañito cerca de la cocina en donde mi abuela cocía peumos y las risas de muchos hermanos contagiaba la casa. Para entonces mi poesía era débil pensando en qué momento vendrías ... lo supuse porque mi ventana siempre daba a la calle. Mi poesía era pequeña se abría en una hoja carta y se cerraba con un clip aprisionando los bordes. Yo era débil una pluma que volaba sin impulso y sin destino porque pensaba en tus ojos como la luz de un asteroide a mi corazón. Y te pensaba cruzando el umbral de la casa asomado a esas palabras que da vida en los labios el beso.
Ya dije era débil ...





















MAÑANA

Hoy, en el patio de mi casa ha brotado esa semilla que aguardó durante todo el invierno, sus brotes miran al sol agradecidas y vibrantes. Amaneció distinto el cielo; nubes y aves vinieron de acá y de allá a esta hora. Mi desayuno con miel, la tostada y esas palabras hundidas en el océano negro ¿desaparecieron? Hay una mancha indeleble en esta mesa, un beso que no fue y una sonrisa a medias, vista desde el reflejo de mi taza... ¿no fue? A veces la locura, dicen, viene cuando el alma enferma y busca imágenes invisibles.

martes, 3 de julio de 2018

LEJOS DE LA CIUDAD

En la ciudad fracasan las palabras, mala intensión alojándose en cuartos oscuros, mala intensión ser poeta cuando en los callejones mueren trapesistas suicidas colgados de sus sueños.
Entonces vuelvo a la tierra; sacude su alfombra, hojas vivas para que yo teja el ruedo de mi próximo vestido. Vuelvo al sol, un horizonte pincelado en ocre dice acercate soy más que luz. Llevo escrito en el ombligo; mujer nueva, aquella con las lunas fértiles escondidas y descubiertas. Voy en esta dirección lejos de la ciudad en donde los ciclistas ruedan según la euforia del viento, a una historia que no es verdad.