sábado, 6 de febrero de 2016

TATUAJE


Voy a tatuarme tu nombre así de corrido en esos bríos de caballos galopando por mis venas, por mis células, allá en ese callejón de la nostalgia, un verbo, una etiqueta, será tu nombre, con esas iniciales de fechas sobre una pirámide, en el surco de mi antojo como si fuera forzada a creer en ti siempre y para siempre en esa obsesión de la palabra, de los argumentos, de las contradicciones, de los malos tiempos, de los cambios entre fase oscura o fase clara que tiene a veces tu luna. No tengo sino esto de ser toda vida para ti, ser la sucesión de tus versos, de tus sueños que caminan entre mis noches saltando de calor, de frío porque mis desvelos son pasiones, obsesiones, letargos …  Tatuar tu nombre mezclado con mi sangre en ese pacto que dice “sin olvido”, en la resistencia total como la única batalla que nos queda, en ese juicio sufrible de cargos por ser cómplices de una rebelión echa a pulso tangible, indestructible, amenazado de suicido como un disparo en la cabeza, como caer a un arrecife en la velocidad fulminante de esta vida en la que yo estoy y estaré para ti. ¡Qué importa sea profano! He ido y vuelvo al infierno y caído al edén tantas veces… 
RUTA II

Este es el último de mis vinos, leo con dificultad la etiqueta y razono…

La lluvia afuera cae sin piedad contra los granos de uva y los gorriones insisten como equilibristas sobre los cables eléctricos. La nubosidad de un mal día tal vez. Esta casa sin ruidos por eso destapo la botella y vierto en una copa. A veces descubro mis sueños entre las líneas de un escrito en un diario “se vende parcela a bajo costo” “se vende Toyota último modelo” “busco marido de cincuenta años” “vendo biblias” …  En las afueras de este pueblo los autos veloces buscan destino y las aves que peregrinas dan saltos en los sembrados asustadizas de los gatos.  No suelo dormir, mis rincones desiertos, no guardo cuadros para colgar ni esos adornos obsoletos que indican este es tu hogar o tu estilo como esas mujeres sofisticadas con tanto rush en los labios. Apilo libros de diferentes autores en una pequeña mesa de escritorio los leo de a uno a hojas saltadas cuando tengo ánimo copio algunas frases no sé para qué la filosofía de toda esa gente perdida, me digo cuando los miro de reojo entre la tele y la ventana. Y voy por esta ruta incierta de una caja con agujeros allá afuera alguien como yo pase un mal rato con esta lluvia que destroza los granos de uva que nunca cosecho y haga temblar los cables eléctricos donde gorriones insisten en el trapecio. 
RUTA I

Y dije sí porque pensé en la muchacha aquella con su sombrilla refugiada de no sé qué.
La noté distraída oprimiendo una mochila observando no sé qué.
Y dije sí porque soy un bobo coleccionista de estampillas como si eso fuese coleccionista de fotografías decadentes o maravillosas de rostros y de pasos que hacen crujir el pavimento.
Soy estúpido por observar tantas veces como repetidas son las vueltas de un bus oruga por las calles de esta ciudad maltratada por los periódicos y las clases subterráneas que desde no sé cuándo portan armas de todo tipo sumándose a la mala fama de los barrios neoyorquinos o las favelas y su deplorable e insana pobreza de gente sin zapatos o tirada al sol.

Y dije sí con una sonrisa a medias con esa inseguridad que me cuelga del pelo a la chaqueta sumando golpes pequeños con los dedos y viendo desaparecer ese monosílabo susurrante en mi cabeza.