lunes, 5 de noviembre de 2012






Mayo 18 de 2010





Sr. Gustavo Cerati:






Hoy ha sido un día difícil, en segundos la vida paralizó el universo y coros callaron sin compases de ninguna música. No hacía mucho, te vi subiendo la escala de un mall santiaguino, luciendo trajes en Falabella. La libertad de querer ser quién eres, el desafío infinito… inventando fórmulas para ser aún más libre, tuvo su precio. Desde entonces me dedico a traducir poesías de tu última canción, ando persiguiéndote Gustavo, buscando signos que me hablen de ti. ¿Sobre un vehículo de ruedas veloces estás o no estás? Llevo tiempo creyendo que volverás. Vamos Cerati, vuelve a la música con tu seducción de hombre travieso jugando a ser loco, poeta, urbano, bello... quiero verte otra vez con maquillaje en los ojos, tus sombreros, tus composiciones electrónicas y desenfado sexual. Vamos Cerati vuelve a tus escenarios, vuelve que la música te necesita. Entre mi luz y oscuridad escucho el sonido de tu voz diciendo:



“Y cada vez que vuelvo, tus ecos están y querría despertarme y al fin con vos volver a jugar. Cae el sol y aun sigo soñando…Un extraño destino, una oscura verdad tan sólo tropiezos, amar o callar, anduve caminando por calles al azar, por calles vacías Buenos Aires, Argentina humedad.”





(Ivonne Díaz)

viernes, 2 de noviembre de 2012


LA LEONERA
Mucha gente apurada, los supermercados repletos y yo sin planes oyendo las canciones de Eric Clapton en mi estéreo...  Alguien vino a salvarme (ya no recuerdo), viajamos a la Leonera en un auto repleto. Llevo un suéter, una polera y cuadernos. Con mis primos al río hablando todos al mismo tiempo. Es año nuevo y nadie piensa que este podría ser el último momento, nadie piensa que por culpa del tiempo la vida nos deja tirados en cualquier parte sin brújula y sin escapatoria. El río que es ancho disminuye miedos, el agua y el viento, los pájaros y las piedras, los árboles y la alegría de ser libres de cuerpos mojados, nadando en el río. Soy una niña de nueve años de calzones rojos y corpiño morado, de cabellos castaños caídos y livianos que se van por el río… una niña de nueve años que escribe poesías a escondidas, a la luz de la vela, a la sombra de un ser imaginario, una niña que ahora se despreocupa, echada hacia atrás, nadando en el río, abrazada al cuello de sus primos, que nunca más vinieron a salvarla.

CAMBIO DE CASA
El verano consumiendo las plantas al borde de la expiración, lagartijas paseando por el lomo de mi pandereta. Llevo lentes oscuros y el vestido de flores grandes qué importa tu vestido, dijo mi hermana cuando eché un vistazo a mi sexy indumentaria. Píntate la boca mejor, alegó con furia. No quise hacerle caso, cierta incertidumbre hacía que temiera el desenlace de esa historia. Caminé segura y erguida con mis tacos nuevos por el asfalto. El tipo con otra y yo sola. El final y el comienzo ¡qué te importa! Alegó mi hermana enfrentándolo cara a cara, yo seguí caminando. Es verano del año… ya ni recuerdo. A los catorce años enamorada de uno de veinticinco, es peor que un mal sueño. Subimos al camión viejo que llevaba la muda de mi antigua casa. Me fui contando las rayas de su suéter, con la que aparecía por la vereda de enfrente, para darme un beso. Me fui con la pena observando mi vestido de flores grandes y él con otra que ahora se recostaba en su pecho. Subimos la colina y entramos a un poblado de eucaliptus, nuestra casa nueva rodeada de flores silvestres encogida por el viento.