REFLEXIÓN DE LA TARDE III
La tarde exprime sus últimos soles, caen lentamente a la ciudad.
La ciudad encogida y fría los recibe. Una vez más vuelves a tocarme con tu mano
invisible. En ocasiones un juicio soberbio y febril despojaba mi calma. Ya no.
Soy pequeña en el universo, me digo. Y tambaleo porque mi barcaza es de musgo
que teme a las palabras. Te amo, aunque mi alma se desvanece a través de la
tinta de mi lápiz, como la magnolia sumergida en el océano, fatalidad
irreversible del destino.
En la expectación de los nuevos años y la diversidad que nos entrega la
vida, marcho hacia donde el sol me lleve. Aunque las hojas caigan de sus ramas
sé que no destruyen nada pues vuelven a vivir en los próximos meses. Mientras,
mi música favorita arranca desde los parlantes de estos fonos del silencio al
cosmos. Es inigualable
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