miércoles, 17 de julio de 2019

Hay una hoja blanca lanzada al sillón del verano, en las tardes la sombrea un dulce resplandor; días sin escribir, a veces me obligo, a veces distraigo ideas conjugando los colores sorprendentes de mis zapatillas nuevas observándolas desde la cama a la alfombra. Han sido tiempos extraños porque la luz de vida aún da gustosa en mi cara, aún veo gorriones en el patio tragando esferas trigueñas en esa
ansiedad furiosa y salvaje con la que se mueve el universo.

Un pedazo de pan flota sin recursos en la taza del té, renuevo de células dicen porque se enfrían las habitaciones de esta casa con más rapidez que antes. Entonces recuerdo que volveré a ser semilla en el alma de un árbol balanceado por el agua, con los ciclos magistrales de un equinoccio quién revele la cantidad de ramas y hojas, no tendré la preocupación que me transfieren mis abuelas sobre la fertilidad y los asombros que producen los estados mentales con la vejez

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