sábado, 19 de abril de 2014


En ese ajetreo estúpido e incierto que nos entrega la vida a veces y en el cual me desplazo constantemente, detrás de una fórmula que idee para salvarme; dejé de ser protagonista en cualquier historia, no quería un guión nuevo para echar a correr un film. Cansada como dije de los menesteres cotidianos, preferí el silencio de encontrarme siempre sola, contando ladrillos en la pared, donde se apoya mi computador, contando las veces con que una araña cruzaba el muro sin intimidarse siquiera por mi atenta mirada y las veces que abría y cerraba el refrigerador en esa manía irracional que aprendí de pequeña.
Por ello corrí las cortinas que me comunicaban con el exterior. Pero la voz y la sensación de seguir abrazada a una poesía incomodaban mis días; eran días críticos. No dormía bien, un insomnio me hacía quedar con la vista pegada al techo de mi habitación por horas. La inquietud de no encontrar respuestas a lo que pensaba y sentía. Un caos dentro de mi propio ser.

Afuera el tiempo se iba en voraces parlamentos de personas que no conocía, ni me importaban porque ansiaba estar adentro de aquella poesía. Una poesía de anteojos y sombrero que se metió por mis venas y no me dejaba opción sino amarla con todo este fervor que no conocía y me quemaba entero el pecho.

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