AL OÍDO
Casi al borde del apuro doy vuelta la llave y
entro. El perfume de algunas flores en un viejo frasco y sus pétalos esparcidos
sobre la mesa me recordó que nadie es perfecto y que el atropello y la falsedad
existen. Me hundo en el sillón, observo el jarrón y los pétalos, recuerdo con
enojo muerdo mis labios en silencio. Suena el celular y contesto: “tengo dos
palabras que decirte, déjame decirte estas dos palabras y me callo: te amo
negra…” quedo con el aparato girando entre los dedos, la voz salida de ahí
dentro y los ecos de nadie en una sala vacía. La sospecha es real ya no más
mentiras. Me pongo de pie, dejo el celular en la mesa, ordeno mi pelo, seco
las lágrimas que no paran de caer y salgo de la casa de mi amiga, repasando una
y otra vez la voz de él, al oído: “ …te amo negra”.
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