lunes, 29 de octubre de 2012

“UNA FASTIDIOSA MELODÍA EN MIS SIENES”











Como es de suponer, nos volvimos a encontrar con Elena y todas esas veces pareció ignorarme, pero yo la seguía, su forma de ser me enamoraba. Si bien, conozco tantas chicas, ninguna se asemeja a ella: su femineidad, sus manos blancas, pequeñas y el color de sus uñas, el rostro limpio sin artificios ni colores atrevidos. Las veces que fruncía el ceño, la forma de escoger las palabras, como acariciaba con la mirada. Aunque tuviera otro tipo al lado, sé que fui importante, la perturbé tanto como una atrevida fuga de Bach, resonando en un tema de rock. Este sentimiento contraatacaba mis ideales porque nunca tuve moral, me acosté con una y levanté con otra. Los falsos discursos ni los escucho. Debe ser por eso que soy un tipo solitario. Mi vieja trata de meterme esas viejas palabras en mi cabeza, ella está llena de detalles: el baño impermeable, los pisos brillantes, nos hace arrastrar trapos de lana con los pies, a los perros no los soporta. Mi viejo es otro caso, trabajador de El Teniente, enrostra ese detalle en mi nariz, lleno de orgullo; un minero fiel a su mina, como un borracho fiel a su botella. No soporta estar de descanso, da vueltas por la casa como animal salvaje en medio de la ciudad. El dice que no nos falta nada, que gracias a él comimos todos los días, que mis hermanos tienen buenos trabajos, que me tiene en la universidad, que mi hermana menor estudia en un colegio de monjas carísimo, que nuestra familia es sumamente privilegiada. Esa oratoria resume toda su personalidad, no necesita más análisis. Entonces decidí confeccionar un mundo a parte, excluyéndolos de a poco, hasta quedar varado en mis composiciones, sumergido en letras musicales, absorbido por mi propia música. Elena constituía mi isla, yo se que lo era, un murmullo mágico envolvía nuestras vidas. Quería hablarle, tomar sus mano, escuchar sus palabras, oírla cantar, su voz estremecía mis sentidos, penetró con fuerzas mi cerebro, podía deducir lo que pensaba, tenía la certeza que a cada minuto pensaba en mí. Una absurda hipótesis que se convertía en obsesión, en un peligro latente para mi libertad. ... Elena un poema andante, una reseña hermosa deducida al más puro sentimiento, una sinfonía dulce, adormeciéndome en bellos sueños todos los días, como el sonido del saxo en un cuarto de ventanas y puertas cerradas.


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