jueves, 5 de agosto de 2010


ÉXODO

En la estación llueve a cántaros. Espero. Los trenes se detienen no subo a ninguno. Espero. Miro mi celular no hay llamadas perdidas ya son las tres, la lluvia cae y el viento transita ululando tras de mí. Unas señoras hablan con sus paraguas, maldicen el clima y huyen a sus casas. Un perro olfatea mi bolso, no hay más, se va. El frío comienza a escarchar mi nariz, el frío y su costumbre de traer la tristeza ¡maldito frío! La estación y nada más. Un hombre con impermeable oscuro, mochila y sombrero, viene a mí, pongo la cabeza húmeda en su pecho, se fue el frío. Otro tren, subimos. Apegada a la ventanilla suspiro; llevo un contrabando de hojas y mis libros. En esta tarde con lluvia nadie se entera que marcho, que dejo todo en el olvido; mis pesadillas turbulentas y aquél que no quiso irse conmigo.

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