MARÍA MAGDALENA
Con los
labios rojos y los ojos hinchados María Magdalena llora como tal mujer llora en
ese silencio de no poder insultar, de no poder olvidar … llora así con el
corazón quemado por este destino de ser simplemente mujer con esos labios
rojos, con esa cabellera suelta y los pechos aprisionados, en el vientre unas
semillas que urgen por crecer.
María
Magdalena y su llanto con esa derrota sobrecogedora de un mal presagio que se
hunde entre las piernas como el ruedo del vestido, como la vida que no disculpa
que María Magdalena tenga los labios rojos y la suelta cabellera con sus dos
pechos firmes y que tenga una semilla adentro de su vientre con un tallo que se
escapa entre las piernas.
María
Magdalena y su boca de amapola en la sombra de los pecados que no se dicen y se
aprenden de niños. Ella y su tul sonrojado, tiembla el cáliz cuando se beben de
a poco sus lágrimas, la pálida cara en una hostia dibuja ojos de amor que no
mueren, de un amor tan sagrado como los mil latigazos.
María Magdalena viaja de ruta en ruta con esa
pasión escondida ¡que nunca más le lancen piedras!
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