NO ESCUCHO
Tener
el alma cansada con esa espesa esperanza de un sol radiante allá afuera pero la
vida deja libre esa musiquilla de siempre en la oreja; autos, bocinas, campanas
de iglesias, las veces que destapan alcantarillados en las soleras, ruido de zapatos
pisando asfalto… tanto que contaminan mis oídos porque desde hace un tiempo los
ruidos son tremendos, así como estallidos al fondo de mi cabeza.
Entonces
extiendo mis ojos al televisor, las imágenes me parecen ruidosas aunque no
digan nada, hablen bajito y se mantengan inmóviles.
Mi
sordera no es un desequilibrio hormonal, ni una mala jugada de mi sangre, ni un
arrebato cardiaco, ni una ineficiencia medicinal… viene de tanto escuchar malas
palabras, de tanto oír un repertorio con falsos juramentos, de este corazón
expuesto a la intemperie sin suponer vendría el aguacero que lo dejó estilando.
Hay
tanto ruido que parece una explosión de miles de voces pidiendo algo que nunca
les dan, miles de exaltados igual a una jauría, un arrebato de la calma,
diciendo tanto… como no saben que poco escucho ¡por qué no se callan!
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