CAPITULO XXI
“La traición”
Entonces me volví a Santiago animoso, pensando en salir con
la Jecho, tenía un poco de dinero guardado la llevaría a Valparaíso o tal vez a
Viña… podríamos viajar durante la mañana y regresar dos o tres días después.
Abrí con dificultad la cerradura, todo el departamento
callado, la Jecho acostumbraba a escuchar blues cuando estaba sola, pero ese
silencio me hacía pensar en algo desagradable. Escuché voces en el dormitorio,
de un golpe giré la cerradura y me encontré con una superficial comedia de la
que me reí durante años en los chistes de la tele: el pata negra, el marido
engañado, la esposa y el amante, etcétera. Y ahí estaba el Subercaxeus bajo las
sábanas, amarrado a la Jecho, ella al verme parado en el umbral, con mi bolso
colgándome del hombro, quiso explicar pero no le salieron las palabras. Di
media vuelta y me regresé a Graneros.
Llegué a casa del Jorge, no estaba, pero sus hermanos me
hicieron pasar, fui a su habitación, me dormí echado sobre la cama, perdí el
conocimiento como un borracho en su día más dúctil.
- Oye, despierta, ven a comer algo con nosotros
El Jorge movía mi cuerpo con
ligereza, me despabilé, la inconsciencia me mataba.
-
¿Qué hora es?
- Las siete de la tarde levántate a comer algo
Parecía enfermo, apenas arrastraba los pies, mis sentidos no
funcionaban.
- Ya, compadre, ya voy, ya voy, ya voy …
Me senté a la mesa, al frente de
un buen tazón de té y los ojos chispeantes de los hermanos del Jorge. Una paila
con huevos revueltos humeaban al centro y unas marraquetas escapaban de un plato
grande. Tragué todo aquello sin saborear, es que una fiebre me subía por los
pies y explotaba en mis sienes.
- ¿Sabí Jorge? Yo soy un huaso de mierda, la vida
de Santiago no es pa mí
- ¿Te pasó algo? ¿Por qué no fuiste a tu casa en
vez de venir pa cá?
- Estoy apestao, me miro y me siento como la caca;
fétida, indecente, flotando en el Mapocho, no saber para dónde ir, a expensas
del agua turbia que la mueve a su antojo.
Los chicos me miraron asustados, se levantaron de la mesa y
encendieron el televisor, seguramente les repugnó mi comentario.
- Para eso están los amigos compadre, quédate si
quieres, mañana o pasado te puedes ir, a mí no me molesta.
- No, es mejor que me vaya altiro, mi vieja se
espanta si sabe que ando por aquí y no he llegado a casa, más encima ahora que
está un poco enferma, no voy a ser yo quien le dé más problemas.
- Sí po, tus hermanos le han dado puros dolores de
cabeza a la pobre…
- Esos culiaos están cada día más imbéciles. A
propósito ¿te contrataron en la fábrica?
- Sí, y me voy a casar con la Natalia, la dejé
embarazada y ya tenemos fecha en el civil.
- No te creo…
Le di un fuerte abrazo a mi amigo y regresé a casa con una
descarga importante en mi cerebro.
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