sábado, 15 de febrero de 2014

CAPITULO XXI
“La traición”

Entonces me volví a Santiago animoso, pensando en salir con la Jecho, tenía un poco de dinero guardado la llevaría a Valparaíso o tal vez a Viña… podríamos viajar durante la mañana y regresar dos o tres días después.
Abrí con dificultad la cerradura, todo el departamento callado, la Jecho acostumbraba a escuchar blues cuando estaba sola, pero ese silencio me hacía pensar en algo desagradable. Escuché voces en el dormitorio, de un golpe giré la cerradura y me encontré con una superficial comedia de la que me reí durante años en los chistes de la tele: el pata negra, el marido engañado, la esposa y el amante, etcétera. Y ahí estaba el Subercaxeus bajo las sábanas, amarrado a la Jecho, ella al verme parado en el umbral, con mi bolso colgándome del hombro, quiso explicar pero no le salieron las palabras. Di media vuelta y me regresé a Graneros.

Llegué a casa del Jorge, no estaba, pero sus hermanos me hicieron pasar, fui a su habitación, me dormí echado sobre la cama, perdí el conocimiento como un borracho en su día más dúctil.

-          Oye, despierta, ven a comer algo con nosotros

El Jorge movía mi cuerpo con ligereza, me despabilé, la inconsciencia me mataba.
-          ¿Qué hora es?

-          Las siete de la tarde levántate a comer algo

Parecía enfermo, apenas arrastraba los pies, mis sentidos no funcionaban.
-          Ya, compadre, ya voy, ya voy, ya voy …
Me senté a la mesa, al frente de un buen tazón de té y los ojos chispeantes de los hermanos del Jorge. Una paila con huevos revueltos humeaban al centro y unas marraquetas escapaban de un plato grande. Tragué todo aquello sin saborear, es que una fiebre me subía por los pies y explotaba en mis sienes.

-          ¿Sabí Jorge? Yo soy un huaso de mierda, la vida de Santiago no es pa mí
-          ¿Te pasó algo? ¿Por qué no fuiste a tu casa en vez de venir pa cá?
-         Estoy apestao, me miro y me siento como la caca; fétida, indecente, flotando en el Mapocho, no saber para dónde ir, a expensas del agua turbia que la mueve a su antojo.
Los chicos me miraron asustados, se levantaron de la mesa y encendieron el televisor, seguramente les repugnó mi comentario.

-          Para eso están los amigos compadre, quédate si quieres, mañana o pasado te puedes ir, a mí no me molesta.
-          No, es mejor que me vaya altiro, mi vieja se espanta si sabe que ando por aquí y no he llegado a casa, más encima ahora que está un poco enferma, no voy a ser yo quien le dé más problemas.
-          Sí po, tus hermanos le han dado puros dolores de cabeza a la pobre…
-          Esos culiaos están cada día más imbéciles. A propósito ¿te contrataron en la fábrica?
-         Sí, y me voy a casar con la Natalia, la dejé embarazada y ya tenemos fecha en el civil.
-         No te creo…

Le di un fuerte abrazo a mi amigo y regresé a casa con una descarga importante en mi cerebro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario