CAPITULO XXIX: “Un golpe bajo”
Un viernes por la noche de regreso
a Santiago, iba cruzando la línea ferroviaria de Graneros, llevaba la música
fuerte, la ventanilla entre abierta y una botella a medio terminar en la
guantera, a veces la empinaba cuando nadie me veía, otras, detenía el auto en
una bomba bencinera o simplemente en la fila interminable de vehículos en las
mañanas por el centro de la ciudad.
La reconocí de inmediato; con el
cabello atado, unos kilos de más, empujando un coche de guagua. La vi urgida de
ayuda para trasladar ese coche desde la línea al otro lado. Frené en seco, bajé
presuroso, tomé aquel coche y lo transporté en andas, los vehículos hacían
sonar sus bocinas en un llamado desesperado tras de mí.
Ella me miró agradecida, con los
ojos repletos de lágrimas. Suficiente, subí al auto y me marché sin decir nada.
Esa imagen hirió todos mis principios, me hizo dar cabezazos contra la pared
por las noches. Aún no superaba aquello, era más tremendo de lo que supuse.
Toda vez que iba a Graneros, podía verla
cruzar miradas apenas, un centímetro de distancia, una minúscula grieta entre
ella y yo, un impulso ¡y ya! Siempre fui el perdedor en esta historia por esa estúpida
falta de decisión que se cuaja en mí y me hace sentir tan imbécil…
En el invierno volvimos a toparnos
al doblar una esquina, yo llevaba varias cosas en las manos: tarros de
conservas, bebidas, etc. En la confusión todo aquello se vino abajo, los tarros
rodaron por el pavimento, las botellas giraban sin detenerse. Nos vimos a los
ojos y reimos a carcajadas, ayudó a reunir todo eso y meterlo dentro del
automóvil, entonces se lo dije:
-
¿Te casaste?
-
Sí… ya lo sabes ¿para qué preguntas?, tenemos un
hijo, eso también lo sabes …
-
¿Por qué no me esperaste?
-
Nunca dijiste nada… ¿Por qué ahora?
-
No era necesario ¿o si?
-
Yo te esperé
-
¿Me esperaste?
-
Te alejaste, nunca estabas, los diarios hablaban
de ti como si fueras otra persona, tan distinto… no eras tú
-
Cuando nos encontramos en el tren parecías estar
bien…
-
Necesitaba una palabra tuya, solo una palabra y
me detenía, una señal y sin embargo me dejaste allí como si no te importara…
Quise besarla, retrocedió, dijo que se iba, que era tarde, en fin, una serie de excusas
que ni escuché.
-
¿Estás enamorada de él? – Le alcancé a insinuar,
dijo que no con la cabeza y se fue rápidamente.
Subí al
vehículo, abrí la guantera, saqué la botella y la bebí toda, casi sin
respiración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario