martes, 18 de febrero de 2014

VENDO

Vendo todo lo que tengo;
La cortina de mi ventanal que apenas se mueve con el viento, meses sin lavar se arrastra por el suelo
como cuerpo cubierto de chuño.
El televisor que da las noticias de antes, un macetero, los cuadros de tinta dibujados el retrato de Gandhi, Neruda y Lennon… el gran sillón crema en donde recuesto mi cabeza olvidando si es domingo o tiene más días el mes y si es de noche o de tarde, si es verano o vuelve el invierno, que se yo. ¡Lo vendo todo!

Vendo las sillas, las de madera, las de fierro, las que se mecen, las que echan raíces bajo el parrón.
También la mesa de vidrio con esa musiquilla que adquiere de pronto al acercarla pegadas a la copa y el tenedor… allí la sopa humeante, los codos de mi madre y sus lágrimas y sus palabras y dice me ama y dice tengo esto para ti y dice es mi abrigo, hija, vamos sea feliz…

Vendo la cocina de un plato en donde alguien vino de lejos en un día feriado a preparar guisos que salían de mi única olla, de una sartén, delicias que llenó mi boca... llenó mi corazón.

Vendo las lámparas donde se golpean la cabeza las visitas, las de fierro forjado, las que se tallan enroscados los dolores, la sonrisa, el cabello, las manos, de quien debería estar aquí.

Vendo mi closet atestado con ropa de invierno, las maletas y bolsos atestados de pañuelos, la repisa a un costado de la cama atestada de libros; García Marquez, Becker, Neruda, Rojas, Platón… atestada de lápices…
También vendo mi música, mis vinilos, mis casetes, mis cd de bandas inglesas, de cuando iba al colegio y la vida era hermosa colgada de una micro.

Vendo mi cama de sábanas bordadas de margaritas, en donde yo flotaba mirando la lámpara y sus telas de araña, pegados mis pensamientos al techo buscando salidas a los laberintos.  Mi cama que yo pensé sería nupcial con esa frase de “siempre y para siempre, hasta el final”.

Vendo mi computador y todo ese cargamento de imágenes con fechas y documentos de lo que fui y lo que soy en esa total transparencia de ser yo y mi lucha brutal contra el destino.

Vendo a puertas abiertas todo esto que es un conjunto de mis días allá, acá y así pasaron años.
Del negocio salida a la calle con esta mochila a la espalda, mi pasaporte: voy a cruzar la frontera.





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