(Crokis de mi nueva novela)
Desperté
de súbito al escuchar el sonido irrespetuoso de mi celular. Mi madre desde el
otro lado intentaba entusiasmarme para que volviera a visitarlos esa tarde. Le
hice caso y volví a subir al auto, conduciendo de vuelta pensando en lo
maltrecha que se presenta la vida a veces en un reojo de recuerdos devastados y
enfermizos que no sirven para nada.
Conduje
enrabiado sudoroso…
Mi
temperamento se deba a que tal vez no disculpe al destino por ese soborno que
ha hecho conmigo para atarme a la sociedad impulsándome a ser lo que no quiero
ser. ¡Malditos convencionalismos! ¡Cómo detesto a mi ex mujer! La imaginaba
sentada en ese minuto jugando con su nuevo iphone y llenando de más colgadores,
el closet. Mientras yo, inclinado ante mis propios prejuicios dándole pocos
espacios a mis emociones, sin ser capaz de huir, para terminar con ese sombrío pasar. Y me
preguntaba ¿cómo ella se pudo liberar y sentirse así de bien otra vez dejándome
tan atrás sintiendo que soy un imbécil, todas las mañanas al mirar mi cara al
espejo y llegar a la devastadora conclusión que soy un estúpido provinciano; con
gestos, modismos, costumbres ¡de un estúpido provinciano…! cómo ella pudo ir
más lejos y sonreír de ese modo?
Iba en
este pensar cuando divisé a la chica de la noche anterior, desde el otro lado
del alambrado. Llevaba el pelo al aire, caminaba por un pastizal, algunas ramas
le cubrían el cuerpo, pero era ella, notablemente ella.
La
quise saludar, hacer sonar la bocina, quise me viera, estacioné el vehículo
bajo los eucaliptus, aún así, ella no me vio. Se veía distinta, más bella, no
con ese tono de mujer descuidada o fatal, sino más niña… La observé mucho rato,
algo hacía; cortando ramas, pasto, no sé, los iba acumulando en sus brazos sin
mirar a ninguna parte. Me puse ansioso, encendí un cigarro ¡qué diablos! Esa mujer
me ponía así de alterado, que bien podría desaparecer mañana, me dije, al
pensarlo, algo adentro de mí se pinchó, como si esos pensamientos tuviesen un
diminuto alfiler.
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